miércoles, 20 de julio de 2011

Iglesia del Cristo obrero, Atlantida 1958 - Eladio Dieste

Atlántida es una pequeña zona de trabajadores agrícolas y manuales. Los donantes de la iglesia querían sólo poco más que una estructura utilitaria. Como hombre religioso, pero aun más como hombre de convicciones sociales, Dieste transformó el encargo en otro distinto, al que, dándole la generosidad de su propio tiempo, convirtió en un sitio de culto e inspiración para esa comunidad y para quienes lo visiten.
 Los muros de la iglesia son una serie de conoides, que formando una superficie curva se elevan desde una línea recta en el piso a una serie de profundas curvas sinusoidales en la parte superior del muro. El techo es una bóveda continua de doble curvatura, calculada de tal forma que las curvas del techo y de la pared se encuentran entre sí, notablemente, en cierto nivel. Esta etapa de Dieste es todavía un momento temprano en su desarrollo de la bóveda de doble curvatura y es radicalmente innovadora en la relación entre techo y muro.

 


 La entrada a la iglesia se hace por la fachada norte, que es la dirección del sol. Sin embargo, debe considerarse antes la entrada simbólica a la iglesia, que subraya el compromiso de Dieste con la ceremonia, con el rito del bautismo y con el movimiento en la iglesia. Antes de la fachada y a la izquierda hay una simple y pequeña estructura en ladrillo, que alberga a una escalera, la que desciende hasta un baptisterio subterráneo, con una claraboya de ónix. Tras esta entrada sacramental a la iglesia, un pasillo conduce bajo la iglesia y asciende hasta otro sitio, justo debajo de la entrada principal. Desde este punto de llegada se abre una vista a la planta simple y abierta de la iglesia, con sus complejas y fuertes superficies pero con una fácil continuidad desde la nave al santuario, desde el público al sacerdote. Dieste ya proponía aquí una relación directa, antes de que ésta fuera proclamada por el Segundo Concilio Vaticano.  En la iglesia la luz es suave.
Desde la entrada no hay una aparente fuente de luz y sin embargo los muros están bañados por una luz reflejada dentro de la nave. Hay asimismo un evidente resplandor en las bóvedas. Estos dos fenómenos de la luz son provocados, respectivamente, por ventanas en el reverso de los muros y por una serie de placas de cerámica armada dejando espacios entre sí, que se cubren con delgadas hojas de alabastro en la fachada sobre la entrada. La separación con una línea de luz acusa la independencia estructural entre el muro de fachada y la bóveda del techo. Todas estas fuentes reciben la dominante luz del norte, pero la difunden en el espacio. Un anillo de pequeñas aberturas en la bóveda del techo agrega iluminación al altar.
 


No hay comentarios:

Publicar un comentario